
Los lagos se enfrentan a un grave deterioro si continuamos así. Para 2050, su valor ecosistémico podría disminuir un 20%, la contaminación podría duplicarse y las emisiones de metano podrían aumentar, lo que agravaría tanto el daño ambiental como las pérdidas económicas.
Los lagos son uno de los recursos naturales más vitales de nuestro planeta. Actúan como fuente crucial de agua dulce, respaldando así el suministro de agua potable, la agricultura y la industria.
También desempeñan un papel clave en el mantenimiento de la biodiversidad, ofreciendo un hábitat para innumerables especies de peces, plantas y vida silvestre.
Más allá de su importancia ecológica, estos ecosistemas contribuyen a la regulación del clima manteniendo fresco el planeta, absorbiendo el agua de las inundaciones y almacenando carbono.
Además, brindan oportunidades recreativas y económicas, atrayendo turismo, pesca y otras actividades que apoyan a las comunidades locales. Pero los lagos se ven afectados por una combinación de uso excesivo, contaminación y cambio climático. La contaminación de los lagos suele ser causada por entradas de fertilizantes, contaminantes y desechos sólidos que se vierten directamente o se arrojan a los lagos a través de los ríos, y esto se ve agravado por el calentamiento global, lo que lleva, por ejemplo, a inundaciones más frecuentes e intensas.
Los niveles de agua de los lagos también están cambiando drásticamente. El aumento de las temperaturas y los cambios en la capa de nubes provocan una disminución de la cubierta de hielo, lo que aumenta la tasa de evaporación del agua.