
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que menos de un tercio de los países del mundo dispone de una política nacional para hacer frente a la creciente carga de morbimortalidad que causan los trastornos neurológicos, que ocasionan más de 11 millones de muertes cada año. El primer informe mundial sobre la situación de la neurología que ha publicado la OMS revela que más de 3000 millones de personas (más del 40 % de la población) padecen alguna afección neurológica.
Las diez afecciones neurológicas que más mortalidad y discapacidad causaron en 2021 fueron el accidente cerebrovascular, la encefalopatía neonatal, la migraña, la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, la neuropatía diabética, la meningitis, la epilepsia idiopática, las complicaciones neurológicas del parto prematuro, los trastornos del espectro autista y los cánceres del sistema nervioso. A pesar de la enorme prevalencia de estas dolencias, los países de renta baja cuentan con una proporción de neurólogos 80 veces inferior que los de ingresos altos. Muchos países de ingresos bajos y medianos carecen de planes nacionales, presupuestos y personal especializado en esta disciplina. La OMS pide que se actúe de manera urgente y coordinada en todo el mundo, basándose en datos científicos, para priorizar la salud cerebral y ampliar la atención neurológica.
Uno de los datos que pone de relieve este primer informe mundial es que solo 102 de los 194 Estados Miembros de la OMS (el 53 %) participaron en su elaboración, lo que refleja la escasa atención que recibe este ámbito de la medicina. Apenas 63 Estados Miembros (el 32 %) cuentan con una política nacional sobre trastornos neurológicos, y solo 34 (el 18 %) disponen de financiación específica para afrontarlos.
La mayoría de las personas con trastornos neurológicos sigue sin poder acceder a los servicios esenciales que se necesitan para atenderlos. Solo el 25 % de los Estados Miembros (49 países) incluye estos trastornos en los conjuntos de prestaciones de la cobertura sanitaria universal. Servicios fundamentales como las unidades de atención al accidente cerebrovascular, la neurología pediátrica, la rehabilitación y los cuidados paliativos suelen ser insuficientes o se concentran en las zonas urbanas, lo que priva a las personas que viven en zonas rurales y desatendidas de unos servicios que podrían mejorarles e incluso salvarles la vida.
El informe advierte también de la grave escasez de profesionales cualificados, lo que demuestra el hecho de que el número de neurólogos por cada 100 000 habitantes en los países de ingresos bajos es de hasta 82 veces inferior que en los de ingresos altos. Debido a esta falta de personal especializado, muchos afectados no reciben a tiempo un diagnóstico y un tratamiento adecuados ni una atención continuada. A menudo, las enfermedades neurológicas requieren atención durante toda la vida. Sin embargo, solo 46 Estados Miembros ofrecen servicios de apoyo a los cuidadores y únicamente 44 les brindan protección jurídica. Por ello, los cuidadores no profesionales —que en su mayoría son mujeres— no reciben reconocimiento y apoyo, lo cual agrava las desigualdades sociales y supone una carga económica importante para las familias.
En respuesta a este creciente problema de salud pública, los Estados Miembros adoptaron en 2022 el Plan de Acción Mundial Intersectorial sobre la Epilepsia y Otros Trastornos Neurológicos, con el que se pretende reducir la morbimortalidad y las repercusiones de estas afecciones. El plan ofrece a los países una hoja de ruta para dar mayor relevancia a este tema entre las prioridades políticas, garantizar la prestación de una atención oportuna y eficaz —que incluya la prevención y la promoción de la salud—, mejorar los sistemas de datos y hacer participar a los afectados en la elaboración de políticas y servicios más inclusivos.
Si no se adoptan medidas firmes, la carga de morbimortalidad de los trastornos neurológicos seguirá aumentando, al igual que las desigualdades mundiales. La OMS insta a los gobiernos a adoptar las siguientes medidas:
dar prioridad a los trastornos neurológicos en las políticas, con mayor determinación política y una inversión sostenida;
ampliar el acceso a la atención neurológica en el marco de la cobertura sanitaria universal y del fortalecimiento de los sistemas de salud;
promover la salud cerebral a lo largo del ciclo de la vida mediante una acción intersectorial coordinada que aborde los principales factores de riesgo y de protección; y
reforzar los sistemas de datos y seguimiento para fundamentar las decisiones basadas en datos científicos y garantizar la rendición de cuentas.