Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) confirma que los costos ocultos en los sistemas agroalimentarios mundiales ascienden a cerca de 12 billones de dólares al año.
Alrededor del 70% de esa cantidad, 8,1 billones, se deriva de hábitos alimenticios poco saludables y se asocia con enfermedades no transmisibles, como las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y la diabetes.
El informe El estado mundial de la agricultura y la alimentación de 2024 expone el conjunto total de costos y beneficios asociados a la producción, la distribución y el consumo de alimentos, incluidos los que no se reflejan en los precios de mercado, es decir, los denominados “costos y beneficios ocultos”.
El estudio detalla cómo esos costos vienen determinados por los costos sanitarios ocultos, y en menor medida por los costos ambientales ocultos, en los sistemas agroalimentarios más industrializados, propios de los países de ingresos altos y medianos altos.
Aparte de los riesgos vinculados a la alimentación, las repercusiones ambientales de las prácticas agrícolas insostenibles acrecientan sustancialmente los costos ocultos. Los costos asociados con las emisiones de gases de efecto invernadero, la escorrentía de nitrógeno, los cambios en el uso de la tierra y la contaminación del agua son particularmente altos en los países cuyos sistemas agroalimentarios están en proceso de diversificación, donde se calcula que dichos costos rondan los 720.000 millones de dólares.
Los costos sociales, entre los que figuran la pobreza y la subalimentación, son más prevalentes en los sistemas agroalimentarios tradicionales y en los afectados por crisis prolongadas.
En los países con tales sistemas, los costos sociales representan el 8% y el 18% del PIB, respectivamente, lo que pone de relieve la urgente necesidad de mejorar los medios de vida e integrar las labores humanitarias, de desarrollo y de consolidación de la paz.
En líneas generales, en el informe se aboga por una transformación de los sistemas agroalimentarios orientada hacia el valor, para que sean más sostenibles, resilientes, inclusivos y eficientes. Dicha transformación exige trascender las medidas económicas tradicionales, como el PIB, y valerse de la contabilidad de costos reales para desvelar los costos ocultos. Este enfoque permite tomar decisiones mejor fundamentadas que refuercen el valor social de los sistemas agroalimentarios, reconociendo su papel esencial en la seguridad alimentaria, la nutrición, la conservación de la biodiversidad y la identidad cultural. Para lograr dicha transformación, también es preciso armonizar las políticas de los sectores sanitario, agrícola y medioambiental.