
Treinta años después de que la Declaración y Plataforma de Acción de Pekín establecieran una ambiciosa agenda para la igualdad, las mujeres aún enfrentan importantes barreras en la economía, según Women and the economy: 30 years after the Beijing Declaration (Las mujeres y la economía: 30 años después de la Declaración de Pekín), un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicado con ocasión del Día Internacional de la Mujer.
A pesar de que las diferencias en materia de empleo entre mujeres y hombres se han reducido de 27,1 a 23,1 puntos porcentuales desde 1991, las tasas de empleo de las mujeres siguen estando muy por debajo de las de los hombres, con sólo el 46,4% de las mujeres en edad de trabajar empleadas en 2024, frente al 69,5% de los hombres. Al ritmo actual de progreso, alcanzar la igualdad en las tasas de empleo llevaría casi dos siglos.
Aunque cada vez son más las mujeres jóvenes que cursan estudios y reciben formación, esto no se ha traducido en avances significativos en el mercado laboral. Las mujeres sólo ocupan el 30% de los puestos directivos en todo el mundo, con una modesta mejora en las dos últimas décadas.
Las mujeres siguen estando sobrerrepresentadas en sectores mal pagados como la enfermería y el cuidado de niños, mientras que los hombres dominan campos como el transporte y la mecánica. También siguen teniendo unos ingresos medios más bajos y menos horas de trabajo remunerado en todo el mundo, y están sobrerrepresentadas en el empleo informal en los países de renta baja y media-baja.
Por otro lado, se ha avanzado en la reducción de la brecha salarial entre mujeres y hombres: anualmente, las mujeres empleadas (incluyendo tanto a las asalariadas como a las autónomas) ganarán 77,4 centavos por cada dólar ganado por los hombres en 2024, lo que sigue siendo una brecha significativa, pero supone una mejora respecto a los 70,1 centavos de 2004.
El informe presenta las tendencias mundiales en el empleo y las condiciones de trabajo de mujeres y hombres, destacando las desigualdades persistentes, a menudo exacerbadas por factores como la condición de migrante o discapacitado. También subraya las barreras sistémicas a las oportunidades de empleo de las mujeres y las condiciones de trabajo decentes, que se derivan de desigualdades estructurales profundamente arraigadas, normas sociales discriminatorias y políticas económicas que no tienen en cuenta las diferentes necesidades de las mujeres y los hombres.