
El 17 de mayo de cada año se conmemoran varias cosas, entre ellas el IDAHOBIT y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), a las que se rinde homenaje anualmente en este día desde 1969 con motivo de la fundación de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
Este día sirve para recordar los grandes avances logrados en las últimas décadas en la ampliación de la conectividad y el acceso a recursos digitales clave en todo el mundo, pero también la necesidad de redoblar los esfuerzos para no dejar a nadie atrás y superar la brecha digital. La innovación digital puede ayudar a afrontar los retos más acuciantes del mundo, pero puede acarrear retos propios. Además, la falta de infraestructuras, equipos y competencias puede impedir que una parte significativa del mundo aproveche los beneficios de esta innovación.
En el mundo del trabajo, el impacto de las tecnologías digitales es amplio y multidimensional, incluyendo oportunidades para la ocupación creación de empleo y mejoras en las condiciones de trabajo, pero también desafíos. Según el informe de la OIT Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2022, lograr la cobertura universal de banda ancha para 2030 podría conducir a la creación de 24 millones de nuevos puestos de trabajo en todo el mundo, pero aprovechar el potencial de la digitalización para la ocupación creación de empleo, la calidad y la productividad, requiere políticas específicas y con visión de futuro.
Tanto el número como la proporción de personas que utilizan Internet en el mundo han aumentado drásticamente en las últimas décadas. En 2005, sólo el 15,6% de la población mundial utilizaba Internet (algo más de 1.000 millones de personas), frente al 67,6% en 2024 (más de 5.500 millones de personas). Pero a pesar de este extraordinario crecimiento, la conectividad universal sigue siendo esquiva, con casi 2.500 millones de personas en el mundo sin acceso a Internet.
Desalentadoramente, las investigaciones de la OIT sugieren que hay pocas pruebas de si la digitalización puede realmente fomentar el desarrollo, la información estructural y la economía local, y de qué manera. De hecho, la digitalización puede estar aumentando la inseguridad y la incertidumbre de los trabajadores en muchos sectores, en particular en la economía informal, e incluso los trabajadores bien formados y altamente cualificados se ven afectados. El desarrollo no parece estar impulsado principalmente por el cambio tecnológico, sino que intervienen otras fuerzas sociales, económicas e institucionales. Así pues, es cuestionable que la digitalización que tiene lugar en un contexto de escasa capacidad institucional y gran desigualdad (como suele ocurrir en los países en desarrollo) contribuya a la economía local y conduzca al desarrollo, sin una acción política específica que oriente la transformación digital hacia un desarrollo sostenible, justo e integrador.
Aunque se han logrado avances significativos en la ampliación de la conectividad y el acceso a los recursos digitales en todo el mundo, algunos sectores de la población siguen corriendo el riesgo de quedarse atrás. La brecha digital se está reduciendo, pero sigue siendo significativa. Las políticas públicas tienen un papel clave que desempeñar en el camino hacia el acceso universal a las herramientas y servicios digitales, y para garantizar que la digitalización, que puede ser un motor de bien social, no se convierta en un motor de exclusión social. Esto se aplica también (y particularmente) al mundo del trabajo, donde se necesitan políticas específicas para aprovechar el potencial de las tecnologías digitales para la ocupación creación de la ocupación , el aumento de la productividad y la mejora de las condiciones de trabajo, al tiempo que se mitigan los riesgos.