
Los datos dejan clara la decisión a la que nos enfrentamos: todavía es posible alcanzar la igualdad para las niñas que están naciendo hoy, pero el mundo tiene que empezar a invertir ahora.
El 10 por ciento de las mujeres viven en la pobreza extrema, una proporción que no ha mejorado desde 2020, y 351 millones de mujeres y niñas podrían seguir atrapadas en la pobreza extrema en 2030. Las mujeres asumen una mayor carga de trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, se ven excluidas de la propiedad de la tierra, de las finanzas y de los empleos decentes; es decir, se les niegan las herramientas necesarias para prosperar.
En 2024, las mujeres tenían una probabilidad mayor que los hombres de pasar hambre: el 26,1 por ciento de ellas se enfrentaban a la inseguridad alimentaria, frente al 24,2 por ciento de ellos, lo que equivale a 64 millones más de mujeres que de hombres. Las mujeres también pasan casi tres años más de su vida con mala salud. Para 2030, una de cada tres mujeres en edad reproductiva podría padecer anemia, una enfermedad que merma la energía, la productividad y la salud.
Para demasiadas niñas, la educación termina abruptamente con el matrimonio, pues casi una de cada cinco jóvenes se casa antes de cumplir los 18 años. La violencia también es un horror cotidiano, ya que 1 de cada 8 mujeres de entre 15 y 49 años ha sido víctima de violencia de pareja tan solo en el último año. Sin embargo, allí donde existen leyes, servicios y sistemas sólidos, los índices son 2,5 veces inferiores, lo que demuestra que la protección funciona.
Al mundo le quedan cinco años para decidir si la igualdad seguirá siendo una promesa vacía o se convertirá en una realidad para todas las personas.
La acción puede transformar la privación en crecimiento. Invertir en las mujeres podría sacar a cientos de millones de personas de la pobreza extrema y añadir 4 billones de dólares a la economía mundial de aquí a 2030, lo que permitiría alcanzar un total acumulado de 342 billones de dólares para 2050. La igualdad no es un costo que haya que absorber: es el beneficio que el mundo pierde cada día que la retrasa. Pero el dinero por sí solo no basta. Lo que está en juego es la exclusión. Las mujeres y niñas se ven expulsadas de los mercados laborales, se les niega la asistencia sanitaria, son excluidas de los presupuestos y silenciadas en la toma de decisiones. Los sistemas no se derrumban de repente, se van vaciando poco a poco.
El futuro solo será justo y próspero si quienes ostentan responsabilidades de liderazgo optan por la igualdad de género ya.