Poner fin a la pobreza en la mitad del mundo podría llevar más de un siglo

 

Al lento ritmo actual, podría ser necesario más de un siglo para eliminar la pobreza tal como se la define en casi la mitad del mundo, es decir, la situación de las personas que viven con menos de USD 6,85 al día, según la nueva publicación del Banco Mundial Poverty, Prosperity, and Planet Report (La pobreza, la prosperidad y el planeta). En el informe se presenta la primera evaluación posterior a la pandemia de los avances mundiales orientados a erradicar la pobreza e impulsar la prosperidad compartida en un planeta habitable.

 

El objetivo mundial de poner fin a la pobreza extrema —que se define en USD 2,15 por persona al día— para 2030 está fuera de alcance: podría llevar tres décadas o más eliminar la pobreza de este umbral, que es pertinente en especial para los países de ingreso bajo. Casi 700 millones de personas —el 8,5 % de la población mundial— viven hoy con menos de USD 2,15 al día, y se prevé que el 7,3 % de la población se encontrará en situación de pobreza extrema en 2030. La pobreza extrema sigue concentrada en países frágiles y con un crecimiento económico históricamente bajo, muchos de los cuales se encuentran en África subsahariana.

 

El 44 % de la población mundial subsiste con menos de USD 6,85 al día, nivel de la línea de pobreza de los países de ingreso mediano alto. El número de personas que vive por debajo de este umbral apenas se ha modificado desde 1990 debido al crecimiento demográfico.

 

Los progresos en la reducción de la brecha de prosperidad mundial se han estancado desde la pandemia de COVID-19, lo que pone de manifiesto una desaceleración en el crecimiento inclusivo de los ingresos durante este período. En promedio, los ingresos hoy tendrían que quintuplicarse en todo el mundo para llegar a USD 25 por persona al día, el nivel mínimo de prosperidad para los países de ingreso alto.

 

El número de economías con una elevada desigualdad de ingresos ha disminuido en la última década. Sin embargo, 1700 millones de personas aún viven en economías de elevada desigualdad, concentradas principalmente en América Latina y el Caribe y en África subsahariana. Una desigualdad elevada refleja la falta de oportunidades de movilidad socioeconómica, lo que obstaculiza las perspectivas de crecimiento inclusivo y reducción de la pobreza.

 

La reducción de la pobreza en el futuro requiere un crecimiento económico que genere menos emisiones de carbono que en el pasado. Reducir la pobreza extrema, medida en USD 2,15 al día, no tendría un costo alto para el planeta, ya que los países más pobres contribuyen relativamente poco a las emisiones. Sin embargo, si se buscara una reducción para llegar al umbral más alto de USD 6,85 al día —la línea de pobreza habitual de los países de ingreso mediano alto—, se podría generar un aumento significativo de las emisiones. Cada país necesita un enfoque adaptado a su nivel de ingresos, por el cual se asigne prioridad a determinadas políticas y se gestionen las sinergias y los puntos de equilibrio entre los distintos objetivos.

 

Los países de ingreso bajo deben dar prioridad a la reducción de la pobreza generando crecimiento económico a través de una mayor inversión en la creación de empleo, capital humano, acceso a los servicios y la infraestructura, al tiempo que mejoran la resiliencia. Los países de ingreso mediano deben hacer hincapié en un crecimiento de los ingresos que disminuya la vulnerabilidad frente a las crisis, junto con políticas para reducir la intensidad de carbono del crecimiento. En los países de ingreso alto y mediano alto donde las emisiones de carbono son elevadas, la atención debe centrarse en la reducción de emisiones y, al mismo tiempo, en buscar formas de aliviar la pérdida de empleos y otros costos a corto plazo que pueden derivarse de tales recortes, en particular para las personas que viven en situación de pobreza o son vulnerables a ella.

 

Fortalecer la cooperación internacional y dar impulso al financiamiento para el desarrollo también son aspectos fundamentales para lograr una transición exitosa hacia economías más sostenibles, inclusivas y resilientes.

 

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